sábado, 26 de noviembre de 2011

Crítica de "El gato desaparece"

Guión y dirección: Carlos Sorín
Producida por: Guacamole Flims-Patagonik
Género: Thriller
Reparto: Luis Luque, Beatriz Spelzini, María Abadi, Norma Argentina
Duración: 86 minutos
Dirección de arte: Margarita Jusid
Dirección de foto: Julián Apezteguía
Música: Nicolás Sorín
Producción: Inés Vera


Arañando la locura


Carlos Sorín vuelve con ganas. Recupera esa pasión por el drama social, por el tono agridulce y descarado, replegándose de nuevo en su Patagonia natal como escenario de su historia. No es de extrañar el resultado final de la obra de un artista dedicado a la fotografía, al spot publicitario y, algo más exiguamente, al cine. Y digo no es de extrañar porque como buen publicista y artista estético, el tráiler de Sorín vende un thriller psicológico que resulta ser algo distinto de las apariencias del marketing. No por ello menos plausible.

El largometraje narra una historia con bastante puntos en común con El Resplandor de Kubrick. Luis (Luis Luque) es un reputado profesor universitario que, tras sufrir un brote psicótico, agrede a un compañero y amigo de la familia ingresando así en un centro de tratamiento psiquiátrico. Tras el periodo de internamiento, la esposa de Luis, Beatriz (Beatriz Splezni), acude a la clínica a recoger a su marido. Allí los médicos aseguran y re-aseguran que, aunque no han sido capaces de especificar el origen de la enfermedad de su marido, está ya curado.

El matrimonio vuelve a casa entre el recelo que despierta en Luis semejante vuelta a la realidad y la ilusión que brota en Beatriz por el regreso de su marido. Sin embargo, al arribar al ‘hogar, dulce hogar’ el gato Leo parece no reconocer en Luis a su estimado amo y, tras proferir un zarpazo, desaparece.
La casa se torna en un atmósfera ajena y sospechosa; tan ajena como la enfermedad mental al enfermo; tan sospechosa como esa misma enfermedad de causa inabarcable y dudosa solución. Igual de suspicaz se tornará la esposa ante el comportamiento de su marido, de quien ya todo le es ajeno.

Untuoso asunto el escogido por Carlos Sorín para su último largometraje. Sin embargo no ha querido pringarse demasiado y ha tratado el tema quizá con excesiva asepsia. El resultado ha sido una obra estéticamente muy funcional, bella, con un trabajo de producción maravilloso al estilo al estilo de la obra de su compatriota, El hombre de al lado. Esta sencilla y lograda estética junto a la grandilocuente producción – ¡grandiosa escena del bufón en el semáforo!- junto al desparpajo argentino en el empleo de la sátira burlona hacen del filme una obra tremendamente atractiva. Aún así, algo de la forma de cerrar la historia, no pregunten el qué, me dejó con cierto sabor agridulce. No pierdan la ocasión de averiguarlo.

Lo mejor, el resultado estético y la sátira argentina. Lo peor, ir al cine pensando que se asomará algo al psicoanálisis.


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